Historia.

Los suelos laminados proceden del exceso de capacidad de producción de una conocida empresa especializada en laminados decorativos para paredes. Esto ocurría en Suecia en 1977.

Cuatro años más tarde se lanzaba al mercado el primer revestimiento de suelo laminado que al principio se empezó a denominar estratificado.

Sin embargo, la investigación sobre suelos basados en tableros de madera con gran resistencia al desgaste había comenzado en los años 60. Como anécdota significativa en 1966 nos volvemos a encontrar con una patente de Armin Elmendorf en este campo.

A finales de los años 80 este tipo de suelo ya estaba firmemente asentado en Suecia, Noruega y Finlandia y acometió la expansión al resto de Europa. En principio surgieron para competir con los suelos plásticos y textiles en gamas medias-bajas pero luego se ha colado en todos los mercados.

Se caracterizan por ser de poco grueso, decorativos, resistentes y de fácil mantenimiento, empleándose tanto en usos domésticos como comerciales. En su tecnología se aprovecharon los avances en los productos para recubrimiento de tableros y los sistemas de recubrimiento de alta presión.

Su estructura era una base de tablero MDF, hoy HDF, de alta densidad o de partículas sobre el que se encola un papel decorativo, y de un folio (overlay) de resina sintética que lleva embebido polvo de óxido de aluminio, carburo de silicio o corindón de circonio y un papel de equilibrio para la cara opuesta.

Se empezaron a colocar en Superficies públicas hasta ir ganando terreno incluso al sector residencial. Criterios sanitarios, facilidad de mantenimiento y resistencia al uso, han sido los motivos que explican el crecimiento de los suelos estratificados en detrimento sobre todo de la moqueta.

Entre sus problemas están la electricidad estática, el ruido de las pisadas y los problemas derivados del humedecimiento de la junta. Los efectos decorativos se han multiplicado si bien ha seguido dominando el estampado de madera.